- Gobiernos europeos, especialmente Dinamarca y Alemania, apuestan por sustituir Microsoft Office y Windows por soluciones abiertas como LibreOffice y Linux.
- La presión comercial, el aumento de costes y la dependencia tecnológica de proveedores estadounidenses impulsan la búsqueda de alternativas.
- LibreOffice se presenta como una opción sólida para la administración y el usuario final, aunque existen desafíos en compatibilidad y adopción.
- La transición es gradual y reversible, y pone el foco en la soberanía tecnológica, el control de datos y la optimización presupuestaria.
La decisión sobre qué suite ofimática elegir, si LibreOffice o Microsoft Office, está más de actualidad que nunca. Los últimos movimientos de gobiernos y entes públicos en Europa, junto con las recientes modificaciones en la política de licencias y soporte de Microsoft, han reavivado el debate tradicional entre soluciones propietarias y alternativas de software libre. La preocupación central gira en torno a la libertad tecnológica, el coste y la sostenibilidad a largo plazo de cada opción.
Algunos países, como Dinamarca y Alemania, han comenzado procesos de transición que marcan un antes y un después tanto para la gestión pública como para empresas y usuarios particulares. Cada vez más voces defienden que el final del soporte para Windows 10 puede ser la excusa perfecta para plantearse un cambio más profundo: dejar atrás Microsoft Office y Windows, y apostar por LibreOffice junto a sistemas operativos libres como Linux. El salto plantea dudas razonables sobre compatibilidad, productividad y seguridad.
La apuesta europea por la soberanía tecnológica
Las iniciativas de Dinamarca y el estado alemán de Schleswig-Holstein ejemplifican la tendencia hacia la autonomía digital. Ambos casos comparten una preocupación común: reducir la dependencia de grandes proveedores extranjeros y retomar el control sobre las infraestructuras digitales nacionales. Según declaraciones de los responsables públicos, el objetivo va más allá del simple ahorro: se persigue garantizar la seguridad de los datos, evitar bloqueos tecnológicos y prepararse ante futuros cambios políticos o geopolíticos que puedan afectar la continuidad de los servicios tecnológicos.
En Dinamarca, el proceso comenzó tras la decisión de las ciudades de Copenhague y Aarhus de romper con Microsoft Office por cuestiones de coste y dependencia. El gobierno central se ha sumado con un plan gradual: inicialmente, parte de sus empleados usarán LibreOffice sobre Linux, y si la experiencia es positiva, la transición se extenderá a todo el ministerio. El mensaje es claro: «No podemos seguir atados a tan pocos proveedores hasta perder margen de maniobra». Esta estrategia se apoya en estándares abiertos y en la posibilidad de retroceder si surgen problemas insalvables durante el proceso.
El caso alemán se asemeja en muchos puntos. Schleswig-Holstein ha iniciado la reemplazo de Microsoft Word y Excel por LibreOffice en miles de puestos de trabajo públicos, mientras que Linux tomará el relevo de Windows de forma paulatina. Sus responsables argumentan que esta migración les permite mantener la gestión de los datos dentro del país, ahorrar en licencias y librarse de las ataduras de los cambios y actualizaciones impuestos.
¿Por qué elegir LibreOffice frente a Microsoft Office?
Uno de los argumentos clave a favor de LibreOffice es su naturaleza de código abierto, la ausencia de cuotas y el hecho de no depender de modelos de suscripción. The Document Foundation, la entidad detrás de la suite, señala que muchas de las novedades de Microsoft Office -como la integración forzada con servicios en la nube, la obligatoriedad de cuentas y el cambio constante en los formatos- limitan la libertad del usuario y aumentan los costes a largo plazo.
Además, LibreOffice presume de alta compatibilidad con los formatos propietarios de Microsoft (DOCX, XLSX, PPTX), aunque la experiencia real puede ser variable en función de la complejidad de los documentos y del tipo de uso que se haga en el entorno profesional. Por otro lado, la apuesta por estándares abiertos como ODF protege a usuarios y organizaciones de los cambios de rumbo en el desarrollo de software privado.
La migración tampoco implica renunciar a funcionalidad: LibreOffice incluye procesador de textos, hoja de cálculo, presentaciones, base de datos y herramientas gráficas. Su madurez es indiscutible, y la comunidad de usuarios y desarrolladores trabaja activamente en su mejora y soporte, algo que recalcan quienes han tomado la decisión de migrar.
Nuevos retos: compatibilidad, adaptación y gradualidad
El principal obstáculo señalado por organismos y usuarios que han realizado la transición es el de la compatibilidad documental y el periodo de adaptación necesario. La interoperabilidad entre archivos de ambas suites ha mejorado notablemente, pero aún existen casos de incidencias, especialmente con documentos muy complejos o macros específicos de Office.
La estrategia seguida por los ministerios y entidades públicas consiste en migrar de forma gradual, manteniendo inicialmente ambos entornos en convivencia y facilitando formaciones internas para el personal. Así, se permite evaluar en tiempo real la adaptación a la nueva herramienta, garantizar la productividad y minimizar riesgos. Además, la posibilidad de dar marcha atrás de manera temporal en caso de dificultades graves forma parte del planteamiento, evitando el efecto traumático de un cambio radical e irreversible.
Es importante señalar que la presión para migrar a soluciones abiertas no se limita solo al plano tecnológico. Factores económicos, como el aumento constante del precio de las licencias de Microsoft (en Copenhague, hasta un 72% en cinco años), y la obsolescencia programada de miles de dispositivos por los requisitos de Windows 11, pesan en la decisión.