- El ROI real de la IA se concentra en cinco frentes: productividad, cliente, crecimiento, marketing y seguridad.
- Gobernanza, datos de calidad y pilotos con stage-gates son clave para pasar del laboratorio a producción.
- Medir ahorros e ingresos incrementales con costes completos permite ROI trazable y comparable.
En los últimos años la inteligencia artificial ha pasado de experimento llamativo a prioridad estratégica, pero el retorno de la inversión real se resiste para una parte importante de las empresas. Hay cifras que ponen los pies en la tierra: estudios recientes sitúan el ROI medio de muchas iniciativas de IA en torno al 5,9%, mientras que el desembolso de capital se ha movido cerca del 10%, una brecha que no cuadra en Excel y que exige explicaciones.
¿Qué está pasando para que, con tanta prueba, piloto y presupuesto, el dinero no vuelva con la fuerza esperada? En buena medida, se ha confundido el "tener IA" con "generar valor". Algunas organizaciones han entrado por FOMO o por marcar casillas, otras han apostado por enfoques "AI-First" que fuerzan la adopción sin validar el encaje. La clave para enderezar el rumbo es dar la vuelta al enfoque: empezar por el problema de negocio, datos de calidad y una estrategia operativa, y solo después elegir tecnología.
Por qué el ROI de la IA cojea y qué está fallando

La realidad del terreno es menos épica que los titulares. Una parte enorme de los proyectos de IA, sobre todo de IA generativa, no sale del laboratorio: estimaciones difundidas por medios de referencia indican que cerca del 70% se queda en piloto y no llega a producir valor en operaciones. De hecho, un seguimiento reciente sitúa al 61% de las organizaciones en el grupo que no ha visto retorno o lo considera decepcionante, síntoma de problemas de enfoque, medición y sostenibilidad del impacto en el tiempo.
Las causas que más se repiten no son misteriosas y suelen combinarse. La primera es la fiabilidad insuficiente: modelos que alucinan o devuelven respuestas incompletas, obligando a dedicar más revisión humana de la prevista. La segunda es el coste operativo infravalorado (cómputo, consumo por token, integraciones, pipelines de datos que se rompen), y la tercera es la escalabilidad: lo que funcionaba en la demo se queda corto en producción con datos reales y procesos complejos.
- Fiabilidad y calidad de salida por debajo del umbral que acepta el negocio.
- OPEX disparado por cómputo, almacenamiento y mantenimiento no contemplados.
- Falta de escalado de pilotos a entornos con cargas y datos reales.
Incluso en áreas donde parecía que la IA iba a "meter la directa", las cifras son un baño de realidad. En AI coding, un estudio independiente observó caídas del 19% en productividad real en equipos con varios años de experiencia cuando se contaba con la ayuda de asistentes: el tiempo adicional de revisión y adaptación de código generaba fricción donde se esperaba ahorro.
Otro foco recurrente de problemas es el enfoque "AI-First" convertido en mantra. Sobre el papel suena visionario, pero en la práctica puede transformarse en "usar IA porque sí". Hay casos de empresas que han incluido "aplicar IA" como requisito en evaluaciones internas, otras han sustituido contratistas y generado decenas o centenares de cursos con IA, y no faltan planes para automatizar creación de anuncios o tareas de revisión de riesgos. El efecto colateral es doble: aumenta la percepción de riesgo laboral —más de la mitad de los trabajadores dice estar preocupada— y se desplaza el foco del impacto real a una checklist tecnológica.
Tampoco ayuda el espejismo del valor intangible como argumento suficiente. Innovación percibida, marca y cultura son valiosos, claro, pero no sustituyen a KPIs financieros. Algunas encuestas de mitad de año han señalado que más del 80% de las empresas que ya adoptaron IA todavía no ven mejoras sustantivas en resultados. Eso alimenta una rueda peligrosa: seguir invirtiendo para alcanzar un valor prometido, sin un marco que mida si de verdad se avanza.
Si miramos a los CIO, hay consenso en que la gran barrera es "estimar y demostrar el valor". Un estudio sitúa en el 49% a quienes señalan esta dificultad como obstáculo número uno. Y es paradójico, porque la adopción es masiva: el 95% de las compañías ya usa IA en al menos un proceso. Además, construir apps con IA aparece como una de las iniciativas preferidas por los líderes de TI para empujar resultados, con un 32% de elección en rankings anuales.
Otra pieza del rompecabezas: mucho experimento y poca materialización. Profesionales de referencia han señalado que una porción muy relevante de los proyectos de machine learning en la empresa no llega nunca a ver la luz. Se prueba, pero no se sabe bien para qué ni cómo medirlo. Por eso las recomendaciones más pragmáticas insisten en empezar por el caso de uso, definir métricas de negocio, pilotar con etapas de decisión y alinear con la estrategia de la compañía. Y, por supuesto, no perder el enfoque human-centered: las personas siguen en el centro, el talento escasea y el déficit de habilidades choca con la ambición.
Donde hay diferencia se observa una combinación de cultura del dato y buen acompañamiento. La calidad de datos condiciona el techo de valor. Y el partner adecuado ayuda a aterrizar el alcance, priorizar y gestionar el cambio. Las organizaciones que recorren ese camino están reportando mejores tasas de ROI que las que improvisan: hay comparativas que elevan el retorno medio de quienes lo hacen bien hacia el 13%, frente al 5,9% del resto.
Que nadie se confunda: el potencial existe y es enorme. Hay estimaciones de consultoras globales que sitúan el aporte anual de casos de uso de IA y analítica entre 11 y 17,7 billones de dólares a la economía mundial, con impactos fuertes en banca, retail y farma. A una escala más aterrizada, analistas de mercado proyectan que la productividad del marketing digital puede crecer hasta un 40% hacia 2029 con la adopción incremental de IA, y se anticipan cambios profundos en la oferta de staff augmentation en Latinoamérica con la entrada de agentes de IA. Firmas de referencia en investigación de mercado son tajantes: la IA generativa puede aumentar y mejorar procesos de maneras inimaginables hace unos años e ignorarla sería un error costoso.
Si te preocupa mantenerte al día, conviene apoyarse en canales especializados, comunidades y contenidos de referencia: seguir la evolución de casos, escuchar a quienes ya han escalado y medir con rigor ayuda a separar la paja del grano.
Cómo medir y maximizar el ROI con cabeza

Lograr un ROI sano requiere invertir el orden de las decisiones: no es "primero el modelo y luego ya veremos" —esa tentación de probar un LLM y pensar después para qué sirve—, sino empezar por el resultado que queremos mover, validar viabilidad y recién entonces elegir herramientas. Con los agentes de IA toca el mismo aviso: visión de largo plazo, datos en orden y gobernanza desde el minuto uno.
Un enfoque sólido pasa por un marco de gobernanza, priorización y riesgo con tres bloques muy concretos. Primero, una evaluación previa con caso de negocio y métricas claras (coste unitario, tiempo de ciclo, tasa de error), y revisión de riesgos financieros, legales, éticos y reputacionales desde el inicio (compliance & ethics by design). Segundo, adopción progresiva con pilotos acotados y stage-gates que validen valor, seguridad, calidad y cumplimiento antes de escalar, además de la valentía de "pausar o cerrar" si no se llega a los objetivos. Tercero, una operación sostenible con límites de gasto, human-in-the-loop allí donde aporte, y monitorización continua de modelos y procesos para anticipar desviaciones.
Medir bien es la mitad del partido. Una fórmula clásica, adaptada a la IA, funciona si separamos el valor en dos grandes bloques: ahorros y nuevos ingresos. La expresión queda así: ROI de IA = / Inversión Total. A partir de aquí, lo importante es instrumentar cómo se captura cada componente en KPIs del día a día.
Entre los ahorros típicos encontramos la reducción de horas-hombre, la eliminación de errores y la automatización de tareas repetitivas. En el lado de ingresos, destacan las ventas adicionales, la mejora de conversión y la mayor retención. En costes, conviene no dejarse nada fuera: tecnología (plataformas, APIs, licencias), implementación (consultoría, desarrollo, integración), operación (hosting, mantenimiento, actualizaciones), personas (formación, tiempo interno) e infraestructura (hardware extra si hace falta).
- Ahorros: horas liberadas, menos errores y procesos automatizados.
- Ingresos: ventas incrementales, mayor conversión y mejor retención.
- Costes: tecnología, implementación, operación, personas e infraestructura.
Ejemplo muy concreto. Una mediana decide automatizar la clasificación de documentos. Se liberan 30 horas semanales del equipo (unos 39.000 USD al año), y se reducen errores con impacto estimado en 15.000 USD. Subtotal de ahorros: 54.000 USD. Si además la mejora de tiempos permite capturar oportunidades por 20.000 USD en ingresos adicionales, el beneficio total anual sube a 74.000 USD. La inversión: 15.000 USD en plataformas/APIs, 20.000 USD en implantación y 10.000 USD en capacitación y operación del primer año, en total 45.000 USD. El cálculo queda: ROI = (74.000 – 45.000) / 45.000 = 64%. ¿La diferencia entre promesa y realidad? Métricas claras, supuestos explícitos y seguimiento mensual.
Para estructurar el análisis puedes apoyarte en herramientas como la calculadora de ROI de IA generativa de Section AI. No sustituye un modelo ad hoc, pero es un buen punto de partida para personalizar a tu contexto y, sobre todo, para homogeneizar el lenguaje con finanzas, operaciones y legal.
¿Dónde se está viendo retorno ya? Según reportes recientes, el 74% de los directivos dice observar ROI en al menos un caso de uso de IA generativa. Lo interesante es dónde se concentra el éxito: productividad (70% de los casos con retorno), experiencia de cliente (63%), crecimiento (56%), marketing (55%) y seguridad (49%). Esa concentración es un filtro estupendo: si tu iniciativa no toca directamente una de estas cinco palancas, quizá convenga replantearla.
Para conectar estrategia y medición, es práctico mapear tres "dimensiones" de valor a esos dominios de mayor ROI. En eficiencias → productividad, medimos tiempos de ciclo, automatización y tareas eliminadas. En ingresos → marketing y crecimiento, miramos personalización, conversión y nuevos canales. Y en estrategia → experiencia de cliente y seguridad, nos enfocamos en retención, reducción de riesgos y diferenciación competitiva.
El modelo de entrega de IA que elijas también marca el ROI, porque altera plazos, costes, riesgos y propiedad intelectual. A grandes rasgos, hay tres caminos: código abierto, "modelo como servicio" (MaaS) y soluciones listas para usar. La decisión correcta depende de tu caso de uso, madurez de datos, equipo y compliance.
Modelos de IA de código abierto
El código abierto ofrece flexibilidad y personalización máximas: puedes ajustar, afinar y adaptar el modelo a tus necesidades y mantener derechos sobre lo que construyes. Permite mayor control de seguridad y cumplimiento, algo clave en sectores regulados. A cambio, exige equipo especializado, inversión inicial mayor y más tiempo para entrenar/optimizar. Entre los ejemplos visibles se cita Llama 2, que ha espoleado el progreso en lenguaje natural con licencias abiertas que facilitan la adaptación a tareas específicas.
IA como servicio (MaaS)
El enfoque "on demand" proporciona capacidades avanzadas sin montar infraestructura. Sueles pagar por uso, despliegas rápido y puedes personalizar hasta cierto punto. La contrapartida es limitar la propiedad intelectual de la solución y vigilar muy de cerca el gobierno del dato. Ejemplos conocidos: GPT-3.5/4 para texto, ERNIE para múltiples tareas de PLN o DALL·E para generación de imágenes.
Soluciones listas para usar
Son productos prefabricados que habilitan un arranque inmediato y con menor coste que un desarrollo a medida. Brillan en facilidad de uso y velocidad, aunque ofrecen menos diferenciación y control sobre IP. Ahí encajan herramientas como Adobe Firefly, ChatGPT como chatbot integrable, Einstein GPT en CRM o Eleven Labs para locuciones realistas.
Más allá de la tecnología, hay vectores estratégicos que marcan diferencia. 2024 ha sido un año de consolidación tras el hype, y el siguiente tramo exige demostrar el ROI con impacto tangible en clientes, proveedores y operaciones. Voces del sector lo expresan claro: no es una varita mágica, toca recapitular, aprender qué ha funcionado, qué no y por qué, y repensar la estrategia de transformación desde el negocio.
Para acelerar ese camino, conviene adoptar un conjunto de estrategias de alto nivel que han ganado consenso:
- Replantear e incluso reinventar modelos de negocio y procesos para una era centrada en IA.
- Las tecnológicas deben predicar con el ejemplo y transformarse primero, usando sus propios productos.
- La IA será palanca de crecimiento sostenible en eCommerce con personalización y eficiencia.
- Los informes de referencia reúnen el top 10 de oportunidades que el sector debería aprovechar.
Quienes lideran estas iniciativas insisten: hay que integrar la IA en la operativa diaria y convertirla en elemento de diferenciación. Veremos asistentes avanzados que apoyan a empleados y conversan con clientes finales, modelos de precio por uso y por resultados, decisiones con IA bien insertada en el modelo operativo y una función de datos adaptada a los nuevos modelos.
En esa línea, un "top 10" de oportunidades tecnológicas para capitalizar la IA incluye:
- Convertir la promesa de la IA en realidad medible y en nuevos ingresos.
- Impulsar crecimiento y experiencia de cliente con asistentes avanzados para usuarios y agentes.
- Adoptar modelos de precios basados en uso/resultados que complementen suscripciones.
- Demostrar el poder de un modelo operativo con IA en decisiones e interacción con stakeholders.
- Adecuar los datos a los nuevos modelos para maximizar su valor.
- Formar y capacitar a la fuerza laboral del futuro.
- Mejorar decisiones estratégicas integrando finanzas, fiscal y legal al inicio de los programas.
- Integrar IA en ciberseguridad y defensa.
- Ir más allá de fondos de contingencia para liberar capital hacia tecnologías emergentes.
- Dar forma a la agenda con los reguladores que llegan.
Para ejecutar todo lo anterior sin sustos hay que gestionar muy bien el gasto y la exposición al riesgo. Poner límites de consumo, diseñar políticas de intervención humana donde aporte valor, monitorizar modelos para evitar sesgos y desvíos, y medir periódicamente el ROI con rigor. La IA ya no se discute en términos de "accuracy" y "precision" solamente: el juego está en productividad tangible, ingresos incrementales, experiencia superior, marketing eficaz y seguridad robusta, comparándose con benchmarks externos que ya muestran retornos de tres cifras.
Si además necesitas acompañamiento, muchas organizaciones y partners especializados ofrecen servicios de descubrimiento, priorización e implantación con gestión del cambio, así como canales de contacto directos para acelerar sin perder el control del valor.
Todo apunta en la misma dirección: el entusiasmo sin disciplina no paga las facturas, pero con datos sólidos, foco en los casos que mueven aguja, marcos de gobernanza sensatos y una operación bien medida, el ROI de la IA deja de ser un slogan para convertirse en evidencia medible. Ya hay sectores y funciones capturando beneficios (en algunos casos del 200% al 700% en escenarios maduros), y la pregunta que queda sobre la mesa no es si funciona la IA, sino si tu organización está preparada para medirla y escalarla donde realmente genera impacto.